Pensé que lo mejor que podía hacer era compartir contigo algunas de las enseñanzas mas bellas que he estado aprendiendo en este tiempo desde que regrese a mi tierra natal en Tucumán.
Este fue un tiempo de quietud en que me tocó oir el silbo apacible de Dios del cual me resisti tanto de manera ignorante, Tanto luché para evitar. Un tiempo en que Dios me cerró todas las puertas para emprender ningún tipo de proyectos, ni ministerial ni laboral ni siquiera personal. Fue un tiempo dificil para mi, sabes porqué? Porque siempre fui un adicto al mucho ruido, a una vida activa, a la agitación y a las palmadas en la espalda. Si, debo reconocerlo con mucha verguenza.
Fue un tiempo de sentarme en el banco de suplentes y abstenerme de ser titular en el campo de juego. Una época de desencanto total. Una época de veras, muy difícil, un tiempo de preparación, un doloroso tiempo de transición para entrar en el próximo nivel prometido por Dios para mi vida. En ese tiempo, que no es un tiempo de actividad, no hay nada que contar, no hay testimonios, es una epoca de silencio y de desierto.
Me costó horrores porque siempre fui protagonista y nunca me gustó ser espectador. Siempre fui el primero entre mis colegas de ministerio en salir a evangelizar y ganar almas para Cristo, fui un pionero y punta de lanza para abrir nuevos lugares para el reino de Dios, fui entusiasta en todo lo que hacia. En donde nadie se atrevía a ir allí estaba yo. Siempre creí saber muy bien adonde debía ir con Jesus.
Fui un representante en ventas de materiales cristianos muy productivo y eficientes, (uno de mis perennes ministerios) fui un discipulador incansable, fui maestro de niños, fui músico de alabanza, fui un samaritano como pocos dando de comer al hambriento y a los mas pequeños, fui un divulgador y comunicador del Evangelio, siempre demostré entusiasmo y pasión en lo que hacia, habiendo participado en todo tipo de actividad evangelistica, desde actuar en teatro, show de titeres, y hasta disfrazarme de payaso por si era necesario para ganar un alma.
Mucha actividad y sacrificio. Pero lo que me costaba asumir, era que mi vida no estaba en orden. Que necesitaba tanto del toque del Maestro en mi vida personal, necesitaba ser moldeado y lapidado por las manos del Alfarero. Necesitaba ser quebrantado y humillado, y pasar por la penosa experiencia de soledad y ser el último, antes de ser algun dia bendecido con un ministerio reconocido.
Hoy, unos años despues, teniendo ya la victoria por fe, puedo dar garantia que todo este tiempo fue maravilloso para mi. Porque en esos dias de tribulación, pude hacer una evaluación de todo mi servicio y Ministerio. Pude entender lentamente lo que Dios estaba pidiendo de mi. A través de la meditación, de la voz en profecía y de mi tiempo personal de búsqueda de su Presencia, pude entender claramente que todo lo que estaba haciendo en el pasado y que a mi parecer eran grandes logros y triunfos, esos supuestos “trofeos”no eran nada relevantes ni mucho menos era lo que Dios me había pedido que hiciera. Eran... mis proyectos! (Me cuesta decirlo!) No estaba incluído en el plan de El.
Una de las más duras amonestaciones amorosas del Señor para mi fue: “Todo eso fue lindo y lo acepto como tu Padre que soy, pero la verdad es que jamás Yo te pedi que hicieras esto para mi y que te sacrificaras tanto.” Me sentí muy mal con esa exhortación de mi amado rey. Me sentí como un Saul. Me di cuenta un poco tarde que estaba intentando agradar a Dios con mis obras, y no por mi amor por El.
Fue uno de los momentos más dificiles de mi vida. Estaba tan confundido! No sabía a quien recurrir ni qué debia hacer. Por eso no dudé cuando mi amigo Tommy Nelson, creador del Programa de Planeamiento de Vida, Life Plan en Brasil, y que también es uno de mis mentores en el area de liderazgo, providencialmente, inspirado por Dios, me invitó a participar de un retiro en Sao Paulo a finales de diciembre del año pasado, para poder evaluar mi vida y para poder proyectarme hacia lo nuevo. Jamás me imaginé lo bien que me haría poder ir a aquel encuentro. En aquel lugar, finalmente caí de bruces y fue cuando me encontré conmigo mismo y de cara a cara con el Señor. Estaba forzando los tiempos porque me mataba la ansiedad y me costaba horrores esperar en El.
Aprendí que no podía adelantarme a los ciclos naturales de Dios. Tuve que entender las 4 etapas del proceso de restauración que Dios tenía para mi.
Espero que le puedas sacar algun provecho a esta experiencia personal de aprendizaje y que hayas podido reflexionar sobre tu vida. Intenta en lo posible , ser más paciente y aprender a esperar el tiempo establecido por Dios para ti. Nunca te arrepentirás de haber esperado en El.
Que Dios te bendiga!
Alberto Conti